El lunes pasado, los líderes del G-20 reunidos en Brasil demostraron sus profundas diferencias al emitir un comunicado final que carecía de evidencia de compromisos significativos y tangibles. El mismo día, Rusia presentó una resolución en el Consejo de Seguridad de la ONU pidiendo un intenso fuego en Sudán. Al día siguiente, Vladimir Putin firmó el decreto que establecía una revisión agresiva de la doctrina nuclear a medida que se erosionaba la arquitectura de los tratados de control de armas. Miércoles, EE UU vetó una resolución sobre Gaza. Jóvenes, la Corte Penal Internacional (CPI) emitió una orden de arresto contra Benjamin Netanyahu, pero décadas de países no son parte del Tratado de Roma y también está claro que todos aquellos que querían ejecutarlo: Mongolia decidió no haber terminado recientemente con Putin, Hungría anunció que no lo hará con el líder israelí. En la noche del sábado al domingo, durante las negociaciones agrícolas, los delegados de la COP-29 obtuvieron apoyo para aumentar la financiación de la lucha contra el cambio climático de los países prósperos del Sur Global, pero criticado como un enfoque radicalmente insuficiente por los expertos y por los países en desarrollo -”una ilusión óptica”, según la delegación india, citada por la agencia Reuters.
Son corceles de una realidad cada vez más evidente: el grave cortocircuito de la gobernanza global, la implicación de instituciones, foros y normas que regularmente aspiran a las relaciones internacionales y promueven la acción coordinada. El multilateralismo no está muerto, como han demostrado los consensos del G-20 y la COP-29, pero su perímetro se está ampliando -con parálisis en esferas políticas y económicas clave- y su eficacia es muy limitada, donde es difícil mantener el pastel.
La gobernanza global nunca ha sido perfecta ni satisfactoria para la gran mayoría. Pero desde la Segunda Guerra Mundial el organismo ha regresado, obteniendo algunos resultados apreciables o al menos alguna esperanza. Incluidos en toda la Guerra de Frisia se pudieron vender consensos relevantes como el Tratado sobre la Proliferación Nuclear, el Tratado sobre el Espacio Ultraterrestre o los Acuerdos de Helsinki. Tras la caída del Muro de Berlín se produjo una fase de promoción del desarrollo, en la que reaccionó con unidad a la invasión de Kuwait, creó la Organización Mundial del Comercio (OMC), el G-20 reaccionó de manera muy constructiva durante la crisis de 2008, la prometedora Se vendió el Acuerdo de París contra la crisis global. Ahora, sin embargo, la gobernanza global de las exposiciones que albergar es una grave involución.
La ley de la fuerza parece haberse levantado para imponerse. Todo ello pretende mejorar la situación con la potencia vinculada a los EE UU de Donald Trump, quien ha expresado y demostrado en repetidas ocasiones su desprecio por el multilateralismo. Diablos, por ejemplo, tiene miedo de no cumplir las promesas de la COP-29, de no ser jurídicamente vinculante o de retirar las organizaciones internacionales como si lo fueran durante su primer mandato. A continuación se ofrecen algunas claves para orientarse en este horizonte problemático.
¿Por qué?
El desarrollo global de esta era se debe a la falta de competencia por el poder. Manuel Muñiz, rector de IE University y exsecretario de Estado del Ministerio de Asuntos Exteriores de España, sacó de Río su visión de la causa esencial del problema de las conversaciones telefónicas, cuando celebró el G-20: “Las instituciones internacionales son a corsé, un andamiaje de reglas, procedimientos y espacios de diálogo que están llamados a crear una dinámica de poder internacional subyacente. Si esto se vuelve mucho más multipolar, si se experimenta un proceso de crecimiento del conflicto internacional, la tendencia institucional de la gobernanza se convierte en una presión inmensa. Esto es lo que reduce su capacidad de activación”, afirma Muñiz.
El conflicto tiene varios vectores. Es una Rusia que socavó brutalmente el orden internacional al destruir los principios básicos de integridad territorial, soberanía y uso legítimo de la fuerza. Una China que busca cambios para adaptarse mejor a sus intereses de poder. Un Sur Global cada vez más reindicativo y unos EE UU que buscan mantener su primacía, a partir de los cuales competidores brutales abusan –como la invasión de Irak– pero también promueven estructuras multilaterales inclusivas y ofrecen servicios de interés general como garantizar no sólo la la seguridad de décadas de alias, hasta también, por ejemplo, la seguridad de la navegabilidad de los mares.
Richard Gowan, director del Departamento de Naciones Multilaterales y Diplomacia del International Crisis Group, coincide en el análisis de las respuestas a las preguntas del kit electrónico: “Las instituciones multilaterales siempre reflejan el estado de las relaciones entre las potencias del mundo. Ahora estamos entrando en una era en la que la competencia mutua es la característica definitoria y esto inevitablemente moldea la forma en que funcionan instituciones como las Naciones Unidas. Intentar culpar a sus propias instituciones y exigir cambios en las reglas de órganos como el Consejo de Seguridad para hacerlos más eficaces. Pero la realidad es que, si bien China, Rusia y Estados Unidos tienen malas relaciones, el Consejo de Seguridad tendrá dificultades para responder a crisis importantes. Si, por ejemplo, se eliminara el veto del Consejo de Seguridad, Rusia se retiraría de la ONU e ignoraría sus resoluciones”, considera Gowan.
Cómo
Las turbulencias se proyectan en prácticamente todos los planos, pero no en todos con la misma intensidad. El uso excepcional del veto en el Consejo de Seguridad de la ONU dos veces y tres días esta semana es prueba de que en el plano geopolítico máximo –el que ataca el uso de la fuerza, los principios de soberanía, integridad, etc.– el choque que depara paralizando completamente los derivados, incluso en crisis que no son tan centrales como pueda ser la de Sudán. “En casos de alta política, guerra y paz, seguridad internacional, es muy difícil llegar a un entorno donde haya consenso y el Consejo de Seguridad esté en pleno funcionamiento”, afirma Muñiz. La justicia internacional, que ya sufre graves limitaciones, parece ahora escucharla también en una espiral polarizada que la silencia. No sólo Hungría no implementará la decisión del TPIY; EE UU, que no es signatario del Estatuto de Roma, lo apoya abiertamente; Alemania, por ejemplo, no lo deja claro. El golpe a la credibilidad del sistema es enorme.
El plan económico también sufre graves turbulencias. La OMC está bloqueada En realidad Desde hace años, porque EE UU, incompatible con los límites a la supervisión del capitalismo por parte del organismo, lo boicotea, impidiendo la renovación de las partidas de su panel arbitral. Las organizaciones de Bretton Woods no están estancadas, pero están bajo una enorme presión para reformarse y al mismo tiempo cultivar instituciones alternativas.
El plan global de gestión de redes sociales también se vio afectado. Los cálculos geopolíticos se proyectan en muchos terrenos. Está claro que en la lucha contra el cambio climático pesa mucho la consideración de cómo el departamento de esfuerzos afecta a la competitividad de cada persona. La actividad obstruccionista de China ha complicado el trabajo de la Organización Mundial de la Salud (OMS) durante la pandemia. Así es, éste es el territorio donde más es posible preservar las áreas de multilateralismo efectivo. “No toda la arquitectura multilateral ha sido completamente influenciada por la coalición geopolítica. Puede tener un perímetro de determinados territorios. Vamos a tener partidos en lo que seguirán siendo posibles avances”, dice Muñiz durante la conversación, manteniendo los milagros, antes de la ronda final de la COP29. El recuerdo de lo ocurrido en Bakú, al igual que el tratamiento de la biodiversidad oceánica el año pasado, demuestra que el medio ambiente es un terreno en el que ahora puede darse el multilateralismo.
Perspectivas
El regreso de Trump a la Casa Blanca se perfila como un laberinto en la gobernanza global. “Desafortunadamente, creo que Trump ha causado un daño real al sistema multilateral al hacer retroceder mecanismos como el Medio Ambiente Climático de París y reducir drásticamente las contribuciones de EE UU a los supuestos de la ONU. También creo que es probable que adoptemos una actitud muy conflictiva hacia China en los foros multilaterales, incluso si queremos reconciliarnos con Rusia de manera paralela”, dice Gowan.
“Tenemos la idea de una Administración que considere fundamentalmente el multilateralismo como una forma de acción exterior, que defienda el bilateralismo porque considera que en ese espacio bilateral tiene más fuerza y más capacidad para atraer sus propios intereses. Por tanto, lo cierto es que el entorno multilateral está en una cruzada sumamente compleja”, afirma Muñiz.
Antes de que un EE UU retroceda, es porque otros se detendrán y darán pasos al frente para compensar. Las miradas se dirigen hacia los otros dos principales actores con peso para tomar iniciativas de gran caída. China, que se presenta como una fuerza estabilizadora, y la UE, que se presenta como abanderada de un mundo multilateral y de diálogo. Pero las intenciones del primero y las capacidades del segundo proyecto se refieren a sus posibilidades reales de impacto. El Sur Global también puede llenar una carta, pero es para ver que, junto con la demanda legítima por un reconocimiento de sus derechos, por un sistema más representativo, es por la labor de asumir responsabilidades.
“Sur Global parece celebrar este fin de la hegemonía norteamericana en Occidente en el ámbito internacional, pero por su parte tuvo la oportunidad de reescribir las reglas y emitir un documento mayoral en la configuración de la gobernanza global, pero hoy es la otra camino que tenga la capacidad y agilidad de emprender para poner a prueba todos los bienes públicos globales que han venido a poner a prueba el sistema hasta el final, a apoyar financieramente y con otro tipo de recursos la arquitectura multilateral, a apoyar a todos marco de seguridad internacional”, dice Muñiz.
“Creo que necesitamos una perspectiva histórica para entender hacia dónde se dirigen organizaciones como la ONU. Si apuntábamos a la Guerra Fría, la ONU estaba paralizada, pero también era un espacio donde EE UU y la URSS podían negociar afectuosamente para gestionar los conflictos, especialmente en el Cercano Oriente. Dos potenciales lo ven como una institución donde pueden reducir las tensiones siempre que ocurran. Espero que EE UU, China y Rusia se unan para ver de manera similar que organismos como la ONU y el G-20 les siguen siendo útiles como espacios donde pueden resolver conflictos a pesar de la continua experiencia entre ellos”, considera Gowan.