Anadol dijo que todo artista quiere ver “lo que está más allá de la realidad” y “percibir mundos que no existen”. La inteligencia artificial es un vehículo para la imaginación, que según él podría representar “alucinaciones, sueños, fantasías”.
La tecnología con la que nos ocupamos hoy ya no es “sólo un bolígrafo o una imprenta” y “no sólo un coche o una rueda”. Más bien “es inteligencia”, dijo. “Está imitando nuestro razonamiento actual y evolucionará. Se convertirá en otra cosa”. Y esto “nunca había sucedido antes en nuestra historia”.
Actualmente, explicó, la inteligencia artificial es “50% humana, 50% máquina”. En el futuro, dijo, la inteligencia artificial será “diseñada desde cero: para ver, oír, sentir” y producir “una forma de arte viviente” que será “un ser sintético”. Tomar “los archivos de la humanidad y lo que estamos dejando atrás” –no sólo una imagen, un texto o un sonido, sino “un olor, un sabor, un toque”- y convertirlos en datos y memoria con los que poder crear arte.
Describió la IA como “un pincel pensante que no olvida, que puede recordar cualquier cosa” y dijo que “invitaría a esa IA a mi estudio, la albergaría y cocrearía” con ella. “Aceptaré esa IA como un ser humano”, dijo.
La exposición “Ecos de la Tierra” de Anadol nació de una invitación para exponer en las Serpentine Galleries por parte de su director artístico Hans Ulrich Obrist.
En una entrevista en su oficina del Serpentine, Obrist recordó que en octubre de 2011, después de dar un discurso en Marrakech, Marruecos, se le acercó un artista y tecnólogo radicado en Londres y le dijo que no entendía por qué los museos no interactuar con la tecnología en cualquier lugar excepto en su sitio web. Obrist dijo que reunió al artista y a un grupo de otras personas para un desayuno de mesa redonda unos días después y, en 2013, fundó la división de tecnología de Serpentine, que hoy cuenta con cinco curadores.